26 junio 2008

La carta de tu recuerdo

Hola, vida mía, o quizá debería decirte adiós, pues siento como ya no estás aquí. Estuviste viviendo antes de tiempo y quisiste tanto aprovechar que, ahora en tu ausencia, sólo el llanto de mi mirar vive en mí. Sólo siento, que te alejas sin por qué; que con tu marcha muere la noche y el día.

Me enseñaste a no pensar en qué ocurrirá mañana, me enseñaste a recordar a aquel velero en el agua que vi algún día a la orilla de una playa. Playa solitaria de dulces recuerdos que callan el sonido de las olas que no cesan de sonar. También de ti aprendí a no estancarme en el pasado, a saber disfrutar el presente (triste presente el mío, por querer un amor ausente).

Cuando me quedo sola, mi mente se vuelve a inundar de recuerdos, de dolores, de añoranzas, de gritos, de sueños, de todo, de nada. Vacía y llena a la vez. Oscura y lúcida, todo junto. Nadie y todo el mundo. El bien y el mal se unen en el fondo de un recuerdo que vaga, muy seguro, por el pozo de una soledad que no levanta cabeza, que se ríe. Va a llorar; llora, ya lo veo. Esa nube del cielo llora, llora el sol por la luna, llora la noche por el día. ¿Lloras tú, vida mía? No. Tú no lloras.

Hoy, al caer la noche, al aparecer la luna y las estrellas, me he asomado a lo ya apagado, a lo ya dormido. Como cada noche. Sin embargo, hay algo que a ésta la hace ser diferente, algo distinto o que nunca había apreciado. Al mirar al cielo me he dado cuenta de ello. Es por ti que la noche cambia, es por ti que el silencio se convierte en silencio de muerte y el aire congela la caricia que surge de tu mano, el beso de tu boca... No, ya no engañaré a nadie diciendo que sigues aquí. Ya te has alejado más que gotas hay en el mar, más que arena en la playa, más... Más que todo y menos que nada, porque sigues aquí, sí, pero no conmigo.

Tenme siempre presente en el recuerdo. Ten presente el llanto de mis noches, las lágrimas de mis días y el dolor de mis sentimientos, que yo quisiera que fuesen tuyos. Porque me encantaría verte llorar y decirme "te quiero" y decirlo gritando sin esconderme detrás de la puerta. Sin marcharte con ella. Sin dejarme aquí sola. Sin nada. Sin mí.

Hay en ti tanto odio, como agua hay en el mar, que no tiene ni principio ni fin, que contigo ha venido y se ha ido. Agua de vida, pero seca, que marcaba el camino que tú y yo trazamos en esta pradera de luz, de sueños, de días y de noches, de vida en todos sus sentidos; camino que perdiste al poco de comenzarlo, camino en el que me has dejado sola. Sola en una noche sin estrellas con las que recordarte.

Tú te has alejado, vida mía, y ahora yo te echo de menos.

2 comentarios:

supersalvajuan dijo...

Hazte italiana y utiliza el Ciao (vale para hola y adios). Y dile a esa nube que lea a Tagore: "Si lloras porque no puedes ver el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas". Pues eso, Ciao.

Ego dijo...

Echa de menos y reboza el odio en la ensalada. No envíes la carta, aliméntate de vida. Díselo a Nix, a ver si le da un escarmiento. Quiérete más todavía. Suena 'Qué pinto yo'. Pon la tele los Miércoles por la noche. Ama un poco. Duélete ante el deporte nacional, que no es el fútbol. No me eches de menos ahora que me muero. Mientras me lees, yo no existo. Pero tú has de saber que cuando una historia termina mal... es que no te la han acabado de contar.
Resistirás.
Un beso sin paréntesis, ya para qué...